Antena 3, aunque tímidamente, es la única televisión generalista que se ha posicionado más cerca de Rajoy que de Rubalcaba en las pasadas las elecciones.
Probablemente haya pesado más la cercanía del poder que la propia convicción. El Grupo Planeta es el editor del diario La Razón. Mientras, La Sexta, con García Ferreras al frente, representa la versión más sectaria del zapaterismo mediático, en consonancia con el diario Público, editado por Mediapro. Una convivencia que se antoja complicada si, como asegura Antena 3, no piensa intervenir en la línea editorial de su nueva adquisición, parece ser que prima el dinero.
La herencia de Zapatero, también en la televisión, es envenenada. Un duopolio en el que dos grandes compañías acaparan 16 licencias estatales y vacían el mercado publicitario –TVE tiene otras cinco licencias y no emite publicidad–, con más de un 85% de la tarta aplastando a las pocas cadenas independientes que resisten y convirtiendo en una quimera el mínimo pluralismo exigible en una sociedad democrática.
Los regalos de
Zapatero, en forma de licencias televisivas, a sus amigos han terminado
desembocado en un duopolio en manos de Mediaset y Planeta.
El ocaso político de Zapatero ha traído
aparejado el desmoronamiento de su soporte mediático más emblemático. Era la
crónica de una muerte anunciada, en forma de fusión-absorción. La Sexta, la
niña bonita de Roures,
Contreras, Barroso –esposo
de Chacón–, será absorbida
por Antena 3, propiedad del Grupo Planeta.
A pocas horas de que Zapatero
abandone definitivamente La Moncloa, Antena 3 ha confirmado la absorción. El Grupo Planeta se quedará al final de proceso con un
86% de la compañía resultante, mientras que La Sexta tendrá hasta el 14%
restante. Así se lo ha comunicado ya a la Comisión Nacional del Mercado de
Valores (CNMV).
Último capítulo de una historia
que comenzó en noviembre de 2005. Desde que llegó al poder, Zapatero se empeñó
en crear un grupo mediático a su medida, que le disputase la hegemonía en la
izquierda al Grupo Prisa. Para ello
consideraban imprescindible hacerse con los derechos del fútbol,
de la mano de Jaume
Roures y Mediapro, y tener una
cadena de televisión en abierto, con Miguel Barroso y Miguel
Contreras –íntimos
de Zapatero, con quien jugaban habitualmente al baloncesto en la cancha
construida por el presidente del Gobierno en Moncloa.
El Gobierno torció la legalidad
para sacar a concurso un canal analógico, al poco tiempo del nacimiento de la
TDT, mientras permitía a Prisa que utilizase la licencia de Canal
+, concedida para emitir en codificado, para otro nuevo canal
en abierto. Una maniobra política de la que nacían así La
Sexta y Cuatro, cadenas que han
tenido un final parecido. Cuatro acababa en manos de Mediaset,
después de que Prisa se desprendiese de Sogecable, acuciada por
las deudas. Ahora es La Sexta –que cuenta con tres canales de TDT– la que es absorbida.
En nombre del
"pluralismo" del que tanto ha presumido Zapatero, el balance de su
gestión en materia televisiva es demoledor: cuando llegó al poder existían dos
empresas privadas con un canal cada una. Ocho años después,
tras el apagón analógico que dio paso a la TDT, las
mismas dos empresas se repartirán 16 canales, 8 cada una,
acaparando todo el mercado publicitario y ahogando a las cadenas independientes
más pequeñas, surgidas gracias a la tecnología digital. Es un problema el Duopolio existente ahora ya que bloquea la entrada de nuevos competidores.
Antena 3 se ha apresurado a
decir que respetará la línea editorial y a los profesionales de La Sexta. Y es
el que encaje de las dos cadenas parece, a priori, más difícil que el de Telecinco y Cuatro,
que en pocos meses fusionaron sus servicios informativos sin ningún sobresalto.
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